La Organización Mundial de la Salud (OMS), como parte de las sugerencias que realiza en materia sanitaria a nivel mundial, recomienda los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) como analgésicos efectivos ante el dolor. Sin embargo, estos fármacos no son inocuos y deben prescribirse con cautela en enfermos de alto riesgo, ya que afectan la función renal y de otros sistemas, como el gastrointestinal, el hematológico y el cardiovascular.
La enfermedad renal crónica (ERC) es una condición que causa daño permanente a los riñones e impide su correcto funcionamiento, dejando desechos en la sangre que pueden acumularse y enfermarlo. A su vez esto trae problemas al corazón y aumenta su riesgo de pérdida ósea, fracturas, anemia, insuficiencia renal total y otros problemas graves. También puede causar la muerte.
Según la evidencia científica, se estima que unos 850 millones de personas en todo el mundo tienen enfermedad renal y que causa al menos 2,4 millones de muertes al año, siendo una de las causas de mortalidad de más rápido crecimiento en la actualidad.
Algunos de los problemas que pueden causar los antiinflamatorios son: la nefrotoxicidad, que sucede cuando el cuerpo está expuesto a un fármaco o una toxina que provoca un daño en los riñones, impidiendo que estos puedan eliminar el exceso de orina y deshechos. Como consecuencia, aumentan todos los niveles de electrolitos en la sangre, como el potasio y el magnesio.
Además, los AINE ejercen sus efectos antiinflamatorios inhibiendo la síntesis de prostaglandinas, una de las varias sustancias similares a las hormonas que elabora el cuerpo. Hay diferentes prostaglandinas que controlan la presión arterial, la contracción de músculos lisos y otros procesos internos en los tejidos donde se producen, lo que a nivel renal conduce a la vasoconstricción de la arteriola aferente renal, es decir, la autorregulación del flujo sanguíneo renal.
Cuando se toman de forma esporádica ante un dolor y de forma recortada en el tiempo, los AINEs son relativamente seguros. Sin embargo, cuando el dolor aprieta de forma mantenida, muchos pacientes recurren a la toma de AINEs, como un remedio que mitiga su dolor.
Las personas que toman AINE, como el ibuprofeno o la aspirina, que son algunos de los medicamentos más comunes, deben mantenerse hidratadas para perservar un flujo sanguíneo renal óptimo. Factores como la hipertensión arterial, deshidratación y las circunstancias que la favorecen –gastroenteritis, fiebre, insuficiencia cardíaca, cirrosis con ascitis, toma de diuréticos, o bebidas con cafeína– empeoran el flujo renal.